Hoy en día, Compeyre es un bonito pueblo, pero bajo esta aparente tranquilidad se esconde un pasado lleno de acontecimientos. Explore el pueblo a pie, por su cuenta o en verano, guiado por un lugareño. Cada lugar evoca una parte de su historia y de su alma vitivinícola.
Ciudad real
En 1339, Compeyre alcanzó el rango de ciudad real y se convirtió en cabecera de bailía: véase la Porte Royale du Valat. En esta época, Compeyre era una importante encrucijada comercial que acogía varias ferias y mercados al año.
Un centro económico local
En la Edad Media, el pueblo era el centro de la vida económica del valle. Al abrigo de su triple muralla, guardaba celosamente el monopolio de la producción vinícola de todo el alto valle del Tarn. ¡El vino se afinaba en sus bodegas de «fleurines», que producían un vino de calidad que incluso se servía en las mesas de los papas de Aviñón!
El periodo inglés
La Guerra de los Cien Años apenas perturbó la prosperidad de Compeyrole: los ingleses de Compeyre, señores de Rouergue desde 1360 (Tratado de Brétigny), fueron brutalmente expulsados 9 años después tras un mes de asedio: ¡demasiados impuestos! Los ingleses conservan bien el recuerdo de su visita.
El fin de la prosperidad de Compeyre «la Catholique»
Durante las Guerras de Religión, la inseguridad puso fin al monopolio compeyrole de la crianza del vino. Surgieron nuevos pueblos bodegueros, en particular el de las bodegas Entre-deux-Monts, por encima de Rivière-sur-Tarn.
Por último, durante la Revolución Francesa, muchos jóvenes compeyroles que habían permanecido fieles al Rey y a la Iglesia se unieron a los «brigands du Bourg», que atacaron y saquearon a los republicanos. Nuestra versión local de los «Chouans»
Compeyre hoy: renacimiento de la viticultura
A finales del siglo XIX, la crisis de la filoxera arruinó aquí, como en otros lugares, la economía vitivinícola. Un siglo después, viticultores apasionados resucitaron la producción de calidad. En 2011, las Côtes de Millau obtuvieron la DOC. Los Côtes de Millau se pueden degustar localmente, en tinto, blanco o rosado.
Buen dato: una fleurine es una falla natural, que favorece la circulación del aire y mantiene una temperatura constante, en torno a 8 – 10°, ¡ideal para la maduración del vino o del queso Roquefort!
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